“Tengo aquí un texto de antropología en el que he visto
varios ejemplos adecuados para mostrar la manera en la que, los intelectuales
de las universidades, ayudan al sistema con su truco al disfrazar su
conformismo de critica a la sociedad moderna. Los mejores ejemplos se
encuentran en las páginas 132 y 136,
donde el autor cita, de modo “adaptado”, un articulo de una tal Rhonda Kay
Williamson, una persona intersexual (que es una persona que ha nacido con características
físicas tanto masculinas como femeninas). Williamson declara que los indios
americanos no sólo aceptaban a las personas intersexuales sino que las
valoraban de forma especial. Ella contrasta esta actitud con la euro-americana,
equiparando esta última a la actitud que sus propios padres adoptaron hacia
ella. Los padres de Williamson le maltrataron cruelmente. Acabaron consiguiendo
que odiara su condición intersexual. Le dijeron que estaba “maldita y en manos
del demonio”, y le llevaban a iglesias carismáticas para que le extirparan al “demonio”.
Incluso le deban paños en los que se suponía que tenía que “expulsar al demonio
tosiendo”.
Pero obviamente, resulta ridículo equiparar esto con la
actitud euro-americana. Podría aproximarse a la actitud euro-americana. Podría aproximarse
a la actitud euroamericana de hace 150 años, pero actualmente en América casi
cualquier educador, psicólogo, o clérigo mayoritario, quedaría horrorizado al
presenciar este trato hacia una persona intersexual. Los medios de comunicación
no retratarían dicha actitud bajo una óptica favorable ni en sueños. El típico americano
de clase media de nuestros días, puede que no acepte la intersexualidad como lo
hacían los indios, pero solo unos pocos no reconocerían la crueldad presente en
el tipo de trato que recibió Williamson. Obviamente los padres de Williamson
eran desviados, unos majaretas religiosos cuyas actitudes y creencias
traspasaban el límite impuesto por los valores del sistema. Así, mientras
Williamson se dedica a fingir una crítica a la sociedad euro-americana moderna,
lo que en realidad hace es atacar solo a la minoría de desviados y a las culturas rezagadas que aun no se han
adaptado a los valores dominantes de la América de hoy en día.
Haviland, el autor del libro, en la página 12 retrata a la antropología
cultural como iconoclasta, como desafiante respecto a los supuestos asumidos de
la sociedad occidental. Esto se aleja tanto de la verdad que sería incluso gracioso
si no fuera patético. La corriente principal de la antropología americana
moderna se encuentra bajo una miserable sumisión a los valores del sistema y a
los supuestos asumidos por éste. Cuando los antropólogos de hoy en día pretenden
poner en tela de juicio a los valores de su sociedad, lo más normal es que solo
lo hagan con valores del pasado, obsoletos y pasados de moda, que en la
actualidad no son defendidos por nadie, excepto por desviados y rezagados que
dejaron de seguir los cambios culturales que el sistema requiere que aceptemos.
El uso que hace Haviland del artículo de Williamson ilustra
todo esto muy bien, y representa la línea general de todo su libro. Haviland da
la lata con hechos etnográficos que enseñan lecciones políticamente correctas a
sus lectores pero desestima u omite todos los hechos etnográficos que son políticamente
incorrectos. Así, mientras cita el apunte que hacia Williamson enfatizando que
los indios aceptaban a las personas intersexuales, no menciona, por ejemplo,
que entre muchas tribus indias a la mujer que cometía adulterio se le cortaba
la nariz, mientras que el hombre adultero no recibía castigo alguno; o que
entre la tribu Comejea el guerrero que recibiera un ataque por parte del extranjero,
debería matarle inmediatamente, o si no quedaría irreversiblemente deshonrado a
los ojos de su tribu. Haviland tampoco debate
sobre el uso habitual de la tortura por parte de los indios del Este de estados
unidos. Por supuesto, los hechos de este tipo representan violencia, machismo,
y discriminación sexual, por lo que son incompatibles con los valores actuales
del sistema, y tienden a ser censurados por ser políticamente incorrectos. Pero
no dudo de que Haviland sea totalmente sincero cuando dice creer que los antropólogos
ponen en tela de juicio los supuestos asumidos por la sociedad occidental. Es fácil
que la capacidad de autoengaño de los intelectuales de nuestras universidades llegue
a este punto.
En conclusión, quiero dejar claro que no estoy sugiriendo ni
que sea bueno cortar narices por cometer adulterio, ni que se deba tolerar ningún
otro abuso contra la mujer, ni que me gustaría ver a gente marginada o
rechazada, ya sea porque son intersexuales o
por su raza, religión, orientación sexual, etc,etc, etc. Pero en nuestra
sociedad actual, esos problemas son, como muchos, cuestiones reformistas. El truco
más ingenioso del sistema consiste en encauzar hacia estas modestas reformas
los impulsos rebeldes, que, de otro modo, podrían llevar a la acción revolucionaria.
“
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